miércoles, 4 de agosto de 2010

tu estas segura de que yo te amo

Tú estás segura de que yo te amo.
Pero también estás segura de otras cosas
que nos amarran, que nos detienen, que nos alejan,
que nos lanzan por caminos extraños…
Unos caminos que son tuyos y otros que son míos,
totalmente distintos entre sí.
Mientras tú subes a la montaña, yo bajo al mar.
Te internas en la selva y yo cruzo el desierto.
Cuando vas hacia el Sur, yo voy al Norte.
Total que siempre vamos por rutas diferentes.
A veces, ocurre que giramos el uno tras el otro,
en forma interminable, persiguiéndonos desesperadamente,
sin alcanzarnos nunca y sin saber
quién es el que persigue o el que huye.

Tú estás segura de que yo te amo.
Mirándome a los ojos has sentido que mis llamas te cubren,
te envuelven por completo y te traspasan,
y llegan hasta el fondo de tu ser donde arden
en forma incontenible, sin que tú lo desees
y sin que quieras que se acabe jamás.

Tú estás segura de que yo te amo.
Lo has oído de mi voz, sin que mi voz lo diga.
Has descubierto que ella te baña las caricias
con sus pequeñas olas silenciosas,
que te cubren el cuerpo de azahares, estés o no presente.

Estás segura de mi amor porque lo vives
sobre la piel, bajo la piel y más adentro.
Has oído los gritos de mi silencio multiplicándose
y alargándose en un eco interminable,
mientras te rodean sus coros de pasión
y sientes el deseo de dejarte arrastrar
por el río de lava que te quema
las nalgas, la cintura, los senos y la risa.

Tú sabes que te amo más allá de los límites del tiempo,
y mi abismo te trae, te subyuga, te enloquece
y te arrastra hacia mí. Por eso corres
alejándote llena de terror y temblando de miedo,
temerosa de perder para siempre
tus alas de cristal y el aire donde vuelas.

Pero estás atrapada y no puedes negarte a la ansiedad.
Y regresas con pasos silenciosos, muy pequeños,
para estar nuevamente a la orilla del abismo y temblar
del deseo frenético de lanzarte frente a él…
Y caer y caer y caer…
Y fundirte a su fondo para siempre.
Tú estás segura…

Por eso estamos amarrados el uno frente al otro.
Guardando silencio y mirándonos, simplemente mirándonos.
Los cuchillos desgarran nuestros pechos por dentro,
mientras pasan los días, los años y los siglos.



San Salvador, 13 de marzo de 1989.

No hay comentarios:

Publicar un comentario