martes, 30 de marzo de 2010



"No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con aliento afrodisiaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso si! -y en eso soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto,que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!"

jueves, 25 de marzo de 2010

Vendrán nuevos rostros
Vendrán nuevos días
Seré olvidado
Tendré recuerdos
Veré salir el sol cuando sale el sol
Veré caer la lluvia cuando llueve
Me pasearé sin asunto
De un lado a otro
Me sentaré a escribir una carta
Que no me importa enviar
O a mirar a los niños
En un parque de juegos
Siempre llegaré al mismo puente
A mirar el mismo río
Iré a ver películas tontas
Abriré los brazos para estrechar el vacío
Tomaré vino si me ofrecen vino
Tomaré agua si me ofrecen agua
Y me engañarè repitiendo:
"Vendrán nuevos rostros
Vendrán nuevos días".
Te amaré de nuevo
Como a la muerte y a los ríos de septiembre
Mis años tienen la forma de tu cuerpo
Sé la nieve que cae sin decir palabra
Tu silencio es el fin del mundo
Muchas veces de noche
Le gustaba leer
A la luz de una vela
Y solía pasar
La mano por la llama
Para seguir convencido
Que aún estaba vivo

Desde el día de su muerte
Está siempre a su lado
Una vela encendida
Pero ya no se atreve
A tocar su llama.
Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas en que las calles se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.

Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia
—la sal y el agua
de mis días sin objeto—

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras —un poco de aire
movido por los labios— palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.
Se me ha muerto una vida mía,
vida de juegos y alegría
bajo el sol de los mediodías
del verano;
vida de risas transparentes
y de beber en las vertientes
con el hueco de nuestras manos.
Haber podido hacer eternos los instantes
de esa aurora perdida,
y con los ojos húmedos y el corazón fragante,
haber quedado niños, para toda la vida.


Te esperé esa tarde nublada;
vino la lluvia y no viniste.
Cayó una sombra acongojada
sobre mi gran ensueño triste.
Vino la llama no esperada
y no viniste.
¿Por qué estoy en un lugar
que no me dice nada?

¿Y por qué surge dentro de mí una voz
que me habla en el sueño más profundo
y me despierta sin que pueda recordarla?

Hablar no es vivir,
pero vivir sin esa voz es mi doble muerte.

Si yo muero
¿quién va a escuchar esa voz
que me habló y nunca pude oír?

“Entre el olvido y yo
se despierta una mujer desconocida”.
(escuchado en sueños)
Infiel como el ala de los pájaros infieles
Tú siempre serás mía:
Los eucaliptus sangraban,
Un caballo ciego fue a agonizar entre los rieles
Porque no quería ver el fin de nuestro amor
Mientras se marchitaban los dedales de oro sembrados
por un loco,
Tú siempre serás mía.
Infiel como el ala de los pájaros infieles.
No fue el helado viento
quien marchitó las ramas.
Quien marchitó las ramas
fui yo, que les conté mis sueños.

Conozco los senderos de hojas holladas por las brujas
que vienen con husos de lana
y sé donde relumbran los pies de las hadas
en la pálida espuma.

Conozco el país dormido
donde vuelan en círculo las garzas
donde vuelan graznando
sin librarse de sus cadenas de plata.
Por allí erran un padre y una madre
ciegos y sordos a cuanto no sea
el graznido de las garzas.
Errarán hasta el fin de los tiempos.
Ya lo sé. Y lo saben también las garzas.

No fue el helado viento
quien marchitó las ramas.
Quien marchitó las ramas
fui yo, que les conté mis sueños.
Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o todopoderosos.
Quedaré a los pies de aquellos árboles
Estaré durmiendo bajo sus aromos
cuando todos se hayan ido

Volarán aún algunos pájaros
y me levantaré a observarlos
para no creer en nada más

Y si dudo de mis años
o si he empeñado ahora mi cuerpo
vendré al río de nuevos colores

y al asomarme a su ventana
una sombra marcada me sonreirá
y sabré que me dice:

Mira mira a tu alrededor
Todos se han ido
Sólo yo no te he abandonado


La sangre blanca de un cerezo
era el anuncio de nuevas puertas.
Te marchaste junto al invierno
que con su lámpara desenreda las raíces
y hace surgir los sueños de los antepasados.
Viajas junto al invierno,
a las ardillas y a los pájaros nevados
que siempre recuerdan tus manos
alimentándolos en los parques transparentes.

La primavera quiso retenerte
para que descifraras una vez más
los jeroglíficos de sus ramas.
La primavera prometía en vano
el naranjo de la infancia en el patio de cemento
o transformaba en viñedo tu copa de vino.
Ya el tiempo había escrito “muerte” con tinta invisible.
Tú leías sus cartas
sabiendo que cada mañana uno debe despedirse de la muerte
diciendo “Hasta mañana”.
“—Tu muerte o mi muerte –decías— serán como el derrumbarse
fortuito de una lámpara”.
Ahora el invierno ha recogido esa lámpara
y te ilumina en el viaje del retorno
hacia lo más profundo de la noche
“lejos de donde la luz pueda alcanzarte”.
“... la infancia no es sólo el dominio de la pureza, sino que también allí los ángeles de las tinieblas extienden sus alas”.
La muerte ha venido a beber sangre / en el bar de los amigos asesinados. / La muerte lanzó con desprecio una moneda / al mostrador... La muerte ha bebido sangre / y ebria camina / hacia un bar que nadie conoce / sino los amigos que sobreviven / y esperan reunirse con Ella / y vengar a los amigos muertos.
He perdido el amor a la sombra y al misterio. Los astros son testigos que perderé hasta la pena

domingo, 21 de marzo de 2010

70 BALCONES Y NINGUNA FLOR

"Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor...
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay ningún poeta lleno de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!

miércoles, 3 de marzo de 2010

El hueco en el que anido (Ismael Serrano)

Ahora que se acerca el día en el que la memoria y la falta de sueño alumbrarán nuevas canciones, ahora que los nervios repiten en mi frente las melodías que una aguja ha acariciado con monotonía pluvial en el disco duro de mi computadora y ando de un lado para otro lleno de incertidumbre desgastando las baldosas de la cocina, ahora sólo queda esperar.

No quiero que me ames con la furia de los ciclones, ni que mi sombra baile mecida por la llama incandescente de tu delirio. No quiero ser el espejismo que delata tus carencias. No quiero tu cautiverio de rosas . Sólo quiero que me acompañes durante un rato para escuchar el latir de los días.

No quiero que me odies, ni el ejercicio rutinario de tu rencor calmado, aunque mis canciones evidencien mis faltas y el miedo o el descuido desmagnetice las agujas y parezca un niño sabiondo unas veces y perdido muchas más. No lo merezco. Preferiría ser la infusión que calma tus noches de ardores y desvelos, la conversación tranquila en la barra del bar mientras la primavera abre los cielos y el pecho de los que perdieron el ánimo y el trabajo. Vendrán mejores días, me dices mientras tu risa arrastra la espuma de la cerveza que viaja hasta tus labios.

No pretendo remover conciencias. Sería hermoso pero no brillo con tanto ardor. No quiero portar la llama de exégetas que declaman con la mirada perdida en un horizonte de remolinos y explosiones mientras arde el palacio de invierno. Quizá sí, hacerte saber que no estás solo/a cuando el periódico te asalta cada mañana arrancándote interrogantes, cuando maldices, triste y airado/a, la maquinaria implacable que reparte el hambre y los perjuicios y a sus engrasadores, cuando sueñas mundos mejores, cuando te abriga la esperanza o el canto solidario, la certeza de que el mundo será más justo, la felicidad y el bienestar, mejor repartidos.

No quiero acomodarme en la retórica del fracaso. Cierto es que hay una dignidad que el vencedor nunca podrá conocer, pero me cansa que siempre pierdan los mismos y quiero verte celebrar una victoria tranquila, aunque sólo sea una, seguramente una de las primeras batallas ganadas que han de traer el olor a tierra mojada, el viernes, el verano, el recreo en el colegio, el rugir de las amapolas titilando en el campo de trigo, a este ir y venir rutilante, a esta ciudad de rugidos, zarpazos y miserias.

No quiero acomodarme en la retórica de la autocomplacencia. Envolverme en amianto, mirar desde la vidriera cómoda de mis privilegios una vida lejana, la nevera llena, los planes cumplidos, mientras el narcótico televisor alumbra mi habitación con el espectáculo de una realidad violenta por malherida. No quiero tanto. Me conformo con algunas cosas, no pocas: aprender qué supone vivir, tapar la calle, cambiar el mundo, recordar que cantar es bálsamo, reconocerme en el espejo, brindar con mis amigos, ganar alguna vez al mus o al truco, llorar a tu lado si es preciso, pelear contra los fantasmas del olvido, encontrar el secreto de las cosas más pequeñas, caminar a tu lado.

Por eso te miro, compañero, compañera, a veces sin que te des cuenta, y contemplo la cadencia de tus pasos como quien mide unos versos o memoriza una canción. Para tararearte cuando estés lejos, para no olvidarme del hueco en el que anido, porque así recuerdo qué es vivir.

martes, 2 de marzo de 2010



Arrebátame, amor, águila esquiva...

Arrebátame, amor, águila esquiva,
mátame a desgarrón y a dentellada,
que tengo ya la queja amordazada
y entre tus garras la intención cautiva.

No finjas más, no ocultes la excesiva
hambre de mí que te arde en la mirada.
No gires más la faz desmemoriada
y muerde de una vez la carne viva.

Batir tu vuelo siento impenetrable,
en retirada siempre y al acecho.
Tu sed eterna y ágil desafío.

Pues que eres al olvido invulnerable,
vulnérame ya, amor, deshazme el pecho
y anida en él, demonio y ángel mío.


Amor, dijo la rosa es un perfume;

Amor es un murmullo dijo el agua;

Amor es un suspiro, dijo el céfiro;

Amor, dijo la luz, es una llama...

¡Oh, cuánto habéis mentido!

Amor, es una lágrima....

Killing loneliness(HIM)


Memorias, agudas como navajas
Perforan en la carne de hoy
El suicidio del amor se llevo todo lo que importa
Y enterró los restos en una tumba no marcada en tu corazón

Con el beso venenoso que me diste
Estoy matando la soledad (Matando la soledad)
Con el calor de tus brazos me salvaste,
OH, Estoy matando la soledad, contigo
Estoy matando la soledad que convirtió mi corazón en una, tumba
Estoy matando la soledad

Clavados en la cruz, juntos
Cuando la soledad pide quedarnos
Desaparece en la noche, para siempre
Y denuncia el poder de la muerte sobre nuestras almas
y palabras secretas son enviadas para comenzar una guerra

Con el beso venenoso que me diste
Estoy matando la soledad (Matando la soledad)
Con el calor de tus brazos me salvaste,
OH, Estoy matando la soledad, contigo
Estoy matando la soledad que convirtió mi corazón en una, tumba
Estoy matando la soledad
Estoy matando la soledad

Estoy matando la soledad

Con el beso venenoso que me diste
Estoy matando la soledad (Matando la soledad)
Con el calor de tus brazos me salvaste,
OH, Estoy matando la soledad, contigo
Estoy matando la soledad que convirtió mi corazón en una, tumba
Estoy matando la soledad

Estoy matando la soledad contigo
Estoy matando la soledad contigo

Matando la soledad contigo
Matando la soledad contigo

Matando la soledad
Matando la soledad

Al rey Seko le gustaban mucho los dragones.

Era una auténtica pasión lo que tenía por este tipo de extrañas criaturas.

Las paredes de su palacio estaban llenas de pinturas de dragones; los suelos lucían con mosaicos de dragones, en los salones había dragones esculpidos en estatuas, en frisos…

Cuando llegaba algún visitante a su palacio, le narraba historias fabulosas que hablaban de aventuras y desventuras relacionadas con ese tipo de seres fabulosos.

Incluso había mandado a los sabios de palacio, recopilar todos aquellos libros y textos que estuvieran relacionados con los dragones.

Una mañana, al levantarse el rey Seko, abrió la ventana que daba a los jardines de palacio… y cuál sería su sorpresa al ver un gran dragón que, asomándose por ella, le mostraba su rostro.

El rey, completamente conmocionado y asustado, se desmayó.

Al rey Seko sólo le gustaban las imitaciones de dragones. Le daban miedo los auténticos.

Si peter pan viniera(intro)

El tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos. Ninguno es el mismo, no se crean. Ya se que ustedes me dicen “te vi un poco raro, distinto”. Ustedes también han cambiado. Y Wendy sobretodo. Wendy ya no es la niña que hace tiempo viajaba de la mano de Peter Pan camino de Nuncajamás. El tiempo ha pasado. Wendy ya no es una niña, es una mujer adulta, madre de una pequeña. Wendy acaba de acostar a la niña en la habitación en la que por primera vez Peter Pan irrumpió, persiguiendo a su sombra. La habitación esta a oscuras como este auditorio, la niña duerme. De repente, se abren las ventanas de par en par, contra el cielo estrellado se recorta la figura de Peter Pan. Sigue siendo un niño: “Wendy, vine a por ti. Es el tiempo de la limpieza de la primavera y tienes que cuidar de mi y de los niños perdidos.”Pero Wendy le confiesa que se ha olvidado de volar. Le confiesa: “no malgastes en mi el polvo de las alas de las hadas”. Peter Pan, que sigue siendo un niño, no entiende nada. En lo oscuro de la habitación apenas distingue a Wendy. Así que Wendy se incorpora y le dice: “encenderé la luz para que comprendas”. Y entonces, por primera vez que nosotros sepamos, Peter tiene miedo y solo acierta a decir: “no enciendas la luz”.
Esta noche encenderemos la luz con la certeza de que sabremos sostenerle la mirada a Peter Pan, sin darle un susto de muerte. Encenderemos la luz con la certeza de que no hemos renunciado a los sueños, de que seguimos fieles a la utopía, de que no nos convertimos en ese tipo gris, aburrido que la sociedad nos exigía que fuéramos. Si Peter Pan viene a buscarles, no lo duden, enciendan la luz, miren su rostro y emprendan esa urgente huída, no lo duden. Si Peter Pan viniera, tendrían que irse con él. Eso sí, no se olviden de llevarme con ustedes.