jueves, 25 de marzo de 2010

Se me ha muerto una vida mía,
vida de juegos y alegría
bajo el sol de los mediodías
del verano;
vida de risas transparentes
y de beber en las vertientes
con el hueco de nuestras manos.
Haber podido hacer eternos los instantes
de esa aurora perdida,
y con los ojos húmedos y el corazón fragante,
haber quedado niños, para toda la vida.

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