martes, 18 de enero de 2011

AUSENCIA DE DIOS

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarrándome idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Yo no quiero volver a caminar en dirección contraria a la belleza

ni que en mi mesa se sirva el agua amarga del conformismo

ni quiero desescombro.

Yo no quiero devolverle su oficio a la impaciencia

ni ponerle sordina a los errores.

Yo no quiero quedarme colgado de un mañana ya veremos

como quien espera en agosto un boomerang

que fue lanzado con el abrigo puesto.

Yo no quiero volver a presentarme a las elecciones de tu boca.

No me hace feliz el escaño de la incertidumbre.

No cuentes conmigo cuando se te pase por la cabeza

la idea de que lo importante es sentir mucho en lugar de querer bien.

Yo no quiero eso.



Así que, por favor,

no vuelvas a llamarme

domingo, 9 de enero de 2011

A razón de unos escritos que anduve buscando, para poder volver un poco la vista atrás, no pude dejar de recordar aquel flog místico que compartíamos cada,¿quizás te acuerdas?, ese que llenábamos de de poesía que nacía en la ausencia de ti y de mi, en la distancia, en aquella soledad que no se hacía tan dura, porque tenía un límite, porque era una soledad con fecha de vencimiento, porque el displacer de la espera tenía agendada un día y una hora para su fin.

Pero las cosas han cambiado, el tiempo ahora se hace interminable, y no hay ni flog , ni tiempo que venza, ni nadie que lo aguante, ahora las esperas son vacías, no hay letras, ni signos, ni un dibujo que de indicios de un poema, solo estos recuerdos, que de vez en cuando afloran, como aflora también la pena de lo que no es, de aquello que se fue hundiendo entremedio del dolor, del miedo, de la angustia y una soledad sin nombres.

Ahora en la infinidad de aguante de una hoja quisiera decirte tantas cosas que tus oídos no toleran, cosas que jamás podrás conocer porque si lo hicieras dejarías de ser lo que eres ahora, y si fuese así, yo no estaría hablando contigo, sino que con esa otra que debes en cuando nos visita, pero que no es bienvenida. Es entonces cuando decido escribir estas líneas para mi, para fantasear un poco en pensar que esto lo estoy pronunciando mirándote a los ojos, con la calma que me da la certeza, la certeza de saber que lo que había ya no es
, que las cosas han cambiado tanto que me parecen ajenas, y que a pesar del dolor que siento, y del par de lágrimas que me ha costado plasmar todo esto, estoy pensando en dejarte un adiós, sin derecho a cambio.
Y quizá no aprenderé nunca a retirarme a tiempo...
Quizá sea una idiotez, o un "atrevimiento".
Quizá...
Pero no conozco otro modo de querer, más que este acumular sensaciones.
Más que querer así, de forma "generosa", quizá para mi contra "incondicional".
Quizá no sirva, ni siquiera para mi.
Al fin y al cabo, quizá sea que nada me han enseñado los años...
Sí. Sé que no soy la típica persona que triunfa en la vida... Sé que no se me espera en ningún lugar, ni nunca voy a ser genial, ni voy a pasar grandes momentos con el amor de mi vida, ni tan siquiera me echaran de menos en alguna fiesta, o alguien preguntará por mí cuando no esté...
Pero eso sí, me queda el consuelo de saber que siempre he sido yo. Bajo cualquier circunstancia. Para bien o para mal.
Eso es lo que hay, tampoco me voy a dar más importancia de la que tengo. Ya sé que si no me la doy yo, no me la va a dar nadie... Pero, al final, los golpes se afrontan mejor.
¿Que mis palabras sean ciertas o equivocadas? El tiempo dará y quitará razones. Una cosa al menos, tengo clara:
Yo no soy Dios.