Me pongo de pie en los días negros.
Apenas despierta caigo en picado,
respirando el viento del desierto que sacude mi cuerpo,
y remonto el vuelo.
Me pongo de pie en los días negros.
El paladar amargo,
chorreando la pereza de un animal de circo;
ahí va la muerte silbando a mi paso.
Me pongo de pie en los días negros.
Mastico al levantarme la demencia correosa
y trago esta bola de pena reseca.
Después, acaricio mi nombre escrito en el vaho:
todo un océano donde lavarme el corazón.
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