jueves, 29 de enero de 2009

Y dibuja la espiral de la derrota...

Unas garras invisibles oprimen mi cráneo, los sesos se aprietan contra sus paredes como una masa viscosa, informe, en una lucha constante por estallar su cárcel de hueso en mil pedazos, lacerando las estúpidas manitas de bebé que intentan contenerlos. Todos los gritos que nunca llegué a vomitar se anudan en mi garganta, palpitantes de odio hacia todos y hacia ninguno. Escupo sangre con cada palabra, por eso prefiero tragármelas, aunque sepan a ácido. No intentéis arrancar un ladrido del perro viejo y rabioso. No intentéis acariciar su lomo enjuto, no enredéis vuestros suaves dedos entre los mechones estropajosos de su desvaído pelaje. Vuestra compasión es su humillación, vuestras caricias lastimosas hienden su carne corrupta. Os arrancará la mano de un mordisco cuando tenga ocasión, aunque sea lo último que haga. Fraguará su venganza en esa confianza que regaláis por doquier, ignorando si algún día podrá llegar a agotarse. Os la arrebatará de un golpe, os contagiará esa miseria que acarreó en solitario durante tanto tiempo, y que crecerá entre vuestras costillas, alimentándose de vuestra alma como un tumor maligno, hasta devorar vuestro corazón en el éxtasis de su implacable metástasis. Y morirá al fin esgrimiendo una sonrisa de encías desdentadas. Él será libre, y vosotros portaréis sus cadenas.Os odio, os odio a todos, odio, odio, odio...os odio porque cada una de vuestras absurdas preguntas es como un puñetazo en la boca del estómago, porque vuestras miradas hunden mis ojos en sus cuencas hasta que abrasan, y sólo pueden ver el negro insondable de la decepción, el rojo coagulado de la ira. Tejéis con mentiras encubiertas y falsas sonrisas la telaraña que me atrapa, la frustración que me ahoga. Necesito verdades, pero sólo queréis ofrecerme máscaras. Y yo tampoco puedo daros más que mentiras.Os odio porque nunca llegaré a ser como vosotros. Os odio porque nunca seréis como yo.Especial, dices. Es una palabra demasiado ambigua, prostituída la mayoría de las veces. Un eufemismo más con el que darle un nombre agradable a un lastre. Y si este es mi don, si eso que me hace especial, o diferente, o simplemente rara, es una condena más que una salvación, si me hace mancharme de tierra y podredumbre, y de odio, y de rabia, hasta apagar el brillo ínfimo que pude haber tenido, entonces no lo quiero. Que le jodan, así se pudra con todos sus fantasmas. Antes era normal, sabes, era patética y aplastantemente normal. O eso creía. Pero mi normalidad me hacía feliz. Y ahora qué, soy tan especial que nadie querría estar a mi lado, nadie excepto tú. Por eso tengo que ocultarme, por eso mi vida se reduce a interpretar un papel que detesto y del que no consigo escapar. Por eso sólo puedo maldecirlo entre bastidores, y tapiar las ventanas de mi celda por miedo, por miedo a todo y a todos, a que alguien se asome lo suficiente para echar un vistazo fugaz a su interior y descubra mi catalepsia histérica entre cadáveres y pesadillas. Tengo miedo a quedarme solo, aunque al mismo tiempo sé que el miedo es el único compañero que podría soportar(me).Es tan frustrante no poder ponerle un puto nombre a esta mierda...Regurgitar las ansias de venganza por no saber hacia dónde escupirlas, volver a rayar la frontera de lo absurdo y de la duda como tantas otras veces. Aquellas pistas temblorosas que había escrito con tiza se marcharon con la lluvia, y ahora sólo son gritos desparramados en un muro de niebla o de hormigón. La lluvia siempre vuelve.

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